lunes, 30 de junio de 2008

Luz del Carmen Arrese Pacherres

Escritora, profesora y empresaria, nace en Sullana en l948. Estudia primaria y secundaria en el CEP “Santa Ursula”.
A los 15 años ingresa a la Univ. “Inca Garcilazo de la Vega” donde se titula en la especialidad de Literatura y Castellano. En l967 recibe el reconocimiento del rectorado por la publicación de su poemario “Poesía, prosa y nada”, dedicado a su madre. Fue fundadora del Grupo Literario Artístico Sullana (GLAS). En 1962 publica “Libreta de notas” de gran contenido social y en l968 “Campos negros”
Por más de veinte años ejerce la docencia en el CE “Las Capullanas” Ha viajado casi por todo el Perú, América y Europa.
En 1996 la Municipalidad de Sullana le publica su poemario “Retorno de los latidos”. Otras obras son: “Palabra de capullana”, “Silvando lunas” (1997), “Dixi”, “Canicas de papel” y “Paca Guaraca”, poesía llena de ensoñación y vitalidad
Considerada como iniciadora de la síntesis poética, estilo original y de singular delicadeza. Ha sido antologada en “El hipocampo y las palabras” editado por la Biblioteca Nacional del Perú.
Hilarante narradora de anécdotas en la que demuestra su amplia cultura.
Alberto Alarcón, en su obra “Poetas y narradores de la región Grau”, respecto a Carmen dice “...es la poeta que representa el espíritu de transición de las escritoras piuranas hacia la modernidad”.
J.G. Vargas en el libro “El perverso encanto de las voces” opina: “la perspectiva de Carmen Arrese se torna brillante cuando percibe y bucea el alma, con gran poder de síntesis” .


CAPULLANA DEL AYER

Repasando testimonios
como repaso los años
honor a la admiración
que sentí por mis abuelos.

Tradiciones de la vida
guardadas en mil cajetas
que reuní mocionada
recordando ratos buenos

Permíteme bosquejarte
con palabras enhebradas
mi paisano pensamiento,
que de tu origen encuentra
esparcidas las astillas
imperiosas de mi raza.

Madeja de trenzas brunas
relucientes de aceitillo,
piropos engalanados
con sus peinetas de brillo

Mejillas de rojo empacho
en faz mestiza tostada
en arcillosa callana
crisoles y porcelanas

Diaria habitual catadora
de la chicha y la caballa
luces tus largos zarcillos
con maliciosa sonrisa
y en tu receloso gesto
el matriarcal sentimiento

Por sobre los hombros llevas
alforja encantada en hilo
tejida en telar de incas,
en una talega el fiambre
y en la otra, oriunda limeta
tapada con tuza o chante
pa’ que no se caiga el agua

Olor de algarrobo tierna
desmayada en el petate
respetuosa cardinal
de tus curiosas costumbres;
luciendo en tu blusa blanca
las chaquiras que cerniste
en las arenas soleadas

Patente estoy recordando
a la churre del ayer,
la de los centavos gordos
Color intenso es la seda
de su falda, aún señora
peregrina del Cautivo
de Chocan y de Mercedes
faldón oscuro de vuelo
almidonado, albas cintas
bordadas en tus enaguas
tendida sobre la pampa,
escuchando con deleite
chilalos, soñas, choquecos,
con chirimías de alba.

Permíteme bosquejarte
en tu deshilada choza
de quinchas, cañas y esteras
que paró tu compañero
allá, sobre la lomada
rodeada de algarrobos,
tamarindos y tarayas,
siendo de una misma laya;
chavelitas y diamelas
presintiendo las entradas
dentro de tu humilde hogar,
aroma a café de olleta,
sahumerio de palo santo
a soledades de chacra.

Provocante seducción
son tus calzas coloridas,
pañadora de algodón
de algarroba y chamizas,
no me rezondres si miro
cantar y bailar tonderos
con tus zapatos de sol,
tus escarpines de arena,
curvada, mirando así
tu pañuelo alborotado

Un cántico de cololos
en las noches de faena
son de banda en la retreta
bajando a la ciudad ajena

Hechura en paja y tejido
tu sombrero entre el gentío
cual cántaros que abrazados
marchan besando tu suelo
Capullana de Sullana
alumbrada por mechones
con tu acento cantarín
¡Miénchicla! ché-guá-yá que ya,
y tu risa escandalosa
cosecha de temporal;
bebes néctar fermentado
en las tinajas de barro
servido en potos redondos
calabazos bien tatuados.

Poco a poco ya te pierdo
seducida en lo moderno
como una galleta de agua
que en el tiempo se deshizo
remojada en un pocillo
como un tabanco de cristal
que se quebró con los años.



Cuento

BAJO EL CHARÁN

Es difícil llamarse Rosario siendo varón. Pero más difícil es ser hijo de doña Francisca Mendoza. A doña Francisca Mendoza le gustan el orden y los rezagos del matriarcado. Su hogar luce lleno de aperos, reatas y mercancías. Son las cinco de la mañana, afuera está en el oscuro y claro. A lo lejos se escucha el canto de un par de Chilalos madrugadores. Rosario mira silencioso todo el bullicio que ocasiona doña "Pancha". Siente ganas de fumar pero jamás lo haría delante de su madre así que contiene las ganas. Han pasado los meses de lluvia y se van a reanudar los viajes al otro lado de la frontera. Rosario será el cabeza de la empresa. Sus hermanos estarán bajo su responsabilidad. Es un encargo difícil el que le ha asignado doña "Pancha". ¿Cómo controlar a aquellos padrillos que lejos de su madre echan al aire todas sus pasiones contenidas? Cariamanga está a muchos días de ruta y en estos días compartirán de todo: recuerdos perfumados con reseda y ramos de rosas llenos de espinas.
Rosario sigue mirando como doña Francisca Mendoza recuenta los costales de yute alineados en el suelo calculando en almudes el total de la cosecha que está por comercializar. Imperativa conmina a los sumisos hijos varones acelerar el repulgado de los sacos. Las mujeres acopian los talegos de provisiones y fiambre para el camino. Hay en el aire mixtura de olores y algarada de larga jornada.
-¡Ya es hora de cargar!- Retumba la voz de doña Pancha. Las acémilas son debidamente aperadas, con carga balanceada sobre el lomo, las alforjas y un calabazo de agua en cada uno de ellos. Los jinetes sobre sus caballos guardan el revólver en la cartuchera. Doña Pancha los reúne y bendice uno a uno a sus seis hijos que emprenden la partida. Lágrimas, encargo de las hermanas para los solteros y de sus mujeres para los casados. La voz estentórea de doña Pancha sorprende a Rosario:
-¡Rosario!-, hijo ¡no que olvides del encargo de mi comadre Catalina! ¡Por el amor de Dios, tráele noticias de su muchacho!
- No te preocupes mamá, así lo haré.
-¡Diosito me los llevé y me los traiga con bien!
Le pesan las palabras de doña Pancha a Rosario y lo curioso es que no sabe por qué.
Rosario trata de ser un buen hijo, pero hay algo que lo separa de su madre ¿será su voz demasiado autoritaria? ¿O ésa mirada que parece relámpago? Doña Pancha ahora sólo ve una nube de polvo que se desvanece en el horizonte. La casa se ha quedado en silencio y ella empieza a apagar los mechones de kerosene con los que se han alumbrado. El día va tomando cuerpo. La vida se va introduciendo a borbotones en el pueblo.


II
- Este viaje será mejor que el anterior, llevamos setenta burros - comenta Rosario en voz alta. Sus hermanos asienten con la mirada. El viaje es duro. Avanzan toda la noche y madrugada. Descansan cuando el sol está fuerte para despistar a los bandoleros que nunca faltan. La canícula arrecia, apenas si se escucha el canto de algún pájaro, sólo aves carroñeras revolotean distantes en el firmamento. "Todo en la vida es intercambio", piensa Rosario, piensa además en la sal, maíz y grano que llevan. Del otro lado traerán café, cacao y chancaca.
La noche le trae una sorpresa Rosario. Ha contado los jumentos y le faltan siete. En algún momento de distracción y cansancio los borricos han desertado. Emprende la búsqueda con un nudo en la garganta. Cruza la quebrada. Se imagina las recriminaciones de doña Pancha y ello le da valor para seguir la búsqueda. Tiene que encontrarlos, además están frescas las huellas, no van tan lejos. Cuando la esperanza lo abandonaba escuchó un rebuzno. Juntó fuerzas y siguió la búsqueda. La luz de la luna, que "alumbraba como el día", lo recompensó mostrándole las acémilas.
Arreó la pequeña piara hacia un Charán majestuoso y plateado. Impresiona a Rosario el porte de aquel arbusto de espontáneo brote, era un ejemplar no tan común por aquellos lares. Una belleza de ramas intrincadas bañadas por el viento y la luz de la luna. Aligeró la carga de los fatigados animales, hizo una fogata y se tendió cerca de ella. "Lo importante es que los hallé con carga y todo" pensaba. Suspiró aliviado pensando en sus hermanos seguramente preocupados con su tardanza. La sonrisa de satisfacción se le borró de pronto. Un quejido lastimero se le metió a los oídos, era un lamento profundo, casi sobrenatural paralizado de terror recordó “”la vieja leyenda del Charán encantado”, leyenda que todos los arrieros narraban en sus horas de sosiego. Por un momento intentó rezar pero de sus labios sólo brotaba "Dios, Dios". Las oraciones que le enseñara doña Pancha a punta de latigazos habían fugado de su memoria. Luego vino el abandono total sintió que en el universo sólo quedaban el árbol ondulante y él. Quiso acudir a la esperanza de creer que todo era un sueño, una pesadilla, pero todo era real: la luna y el viento que doblegaban las ramas de un lado para otro y aquel momento de ultratumba que lo empujaba - como mariposa a la luz de una vela- a acercarse al Charán. Sí, una fuerza sobrenatural lo hizo trepar el árbol y toparse con el objeto se producía su miedo. Era un objeto de metal que al rozar con las ramas producía ese gemido de espanto. Rosario con una sonrisa de oreja a oreja acercó a sus ojos el bulto: era un hermoso machete con empuñadura de nácar. Bajó del árbol y decidió que por esta noche bastaba de aventuras. Logró dormir y soñar. Se levantó alegre y se dispuso a retornar junto a sus hermanos, ensilló las bestias, con una horqueta se ayudó a cargarlas .Iba ya a partir pero sintió la frescura del Charán como despidiéndolo. Sacó su trofeo ganado al viento y la noche. Era un machete similar al que doña Pancha le regaló cuando empezó su carrera de comerciante. Un fuerte estremecimiento le recorrió el cuerpo al reconocer en el arma las iniciales J. M., eran las iniciales de Juan Montero el hijo de Catalina, la comadre de doña Pancha. Juan Montero era arriero como Rosario, hacía un año no regresaba a la casa materna, la gente especulaba un montón de cosas, unos decían que si había "robado" una muchacha y se había fugado con el dinero de la madre, otros afirmaban que lo habían visto al otro lado de la frontera totalmente distinto, con bigotes y otro nombre, que seguramente se había enrolado como secuaz de Naúm Briones. Eran tantas las habladurías pero su madre aún lo esperaba y no dejaba de encargarles a los arrieros que buscaran noticias de su amado hijo. Un ligero temblor en el párpado derecho acometió a Rosario. La voz de doña Pancha retumbó en su pensamiento y le ordenó remover la tierra bajo el Charán. Así lo hizo como autómata. El sudor que le cubría el rostro se confundió con algunas lágrimas cuando encontró el cuerpo de Juan Montero, "el diente mocho" "mote" del amigo, lo delataba. No sabía si las lágrimas eran por Juan o por el dolor que embargaría a doña Catalina. Cuando terminó la ingrata tarea supo que realmente las lágrimas eran por el mismo. Este, definitivamente, sería su último viaje de oficio; de ahora en adelante sería un comerciante estable, de los que compran la mercadería a los arrieros. Miró al Charán y se le rebeló el rostro doña Pancha que seguramente iba a "trinar" con su decisión, pero no se amilanó, él era Rosario, ¡el hombre que venció el encanto del Charán! y narraría a sus nietos mil aventuras en las noches de sosiego


Autora:
Luz del Carmen Arrese Pacherres
Escritora y Poeta Peruana

2 comentarios:

Ross dijo...

Que bueno,,,que tenemos aun poetas como la talla de Carmencita.muchas felicitaciones y que Dios te bendiga grandemente....ADELANTE...que nuestro Dios esta contigo el no te deamparara en ningun momento......muchas bendiciones...quiciera tener unops poemas toyos...cuidate mucho y una vez mas muchas muchas bendiciones en tu vida diaria...un besote grandote....Ross..

Ross dijo...

Hola Carmencita,que tengas buen dia...y que nuestro Dios te bendiga grandemente...te cuento que x aqui no hay libros tuyos...me imagino que fue publicado a nivel Nacional..es muy interesante...si gustas comunicate a mi correo electronico ...ahi te va ...huanurosy@hotmail.com...Una vez mas Dios te benediga todos los dias de tu vida TKM...Cariños a Marita...y a tu niña...que ya debe ser una señorita...